Su fama cada vez era más grande y se extendía a los pueblos de alrededor, por lo que debía innovar en sus técnicas para que nadie pudiese predecir dónde sería su próximo golpe. Llevaba buena racha, ya que todas sus actuaciones acababa bañándose en dinero.

Este hombre aparentemente indefenso era aficionado a la magia, pero no a la tradicional, jugaba al despiste. Hacía uso de una tierna voz para atraer a sus víctimas, y cuando menos se lo esperaban robarles todo lo que tenían. Tras colocar el altavoz en un punto estratégico, hacía sonar la misma llamada de auxilio de siempre. De esta forma, un vecino acudía al lugar para ayudar, dejando la puerta de casa entornada para no perder tiempo, momento en el que aprovechaba para desvalijar la casa.

Su truco era que cada vez ponía una grabación, una excusa diferente, asustaba a jóvenes que aparentaban entrañables y grababa el audio que le serviría de cebo para su siguiente actuación. Era un profesional en el arte de la estafa, conseguía que una tierna voz le cubriera las espaldas, haciendo que nadie supiera quién era realmente.